Que es
historia.
La historia es la ciencia que tiene como
objetivo el estudio de sucesos del pasado, tradicionalmente de la humanidad, y
como método, el propio de las ciencias sociales/humanas, así como el de las
ciencias naturales en un marco de disciplinarte.
Que es comunicación.
La comunicación es la acción consciente de
intercambiar información entre dos o más participantes con el fin de transmitir
o recibir información u opiniones distintas.
Que es ciencia.
La ciencia es un sistema ordenado de
conocimientos estructurados que estudia, investiga e interpreta los fenómenos
naturales, sociales y artificiales. El conocimiento científico se obtiene
mediante observación y experimentación en ámbitos específicos.
Que es tecnología.
La tecnología es la
aplicación de la ciencia a
la resolución de problemas concretos. Constituye un conjunto de
conocimientos científicamente ordenados, que
permiten diseñar y crear bienes o servicios que facilitan la adaptación al
medio ambiente, así como la satisfacción de las necesidades individuales
esenciales y las aspiraciones de la humanidad.
Thomas De
Aquino
Tomás de Aquino (1224/5 – 1274) es uno de
los más eminentes e influyentes pensadores en la historia de la Iglesia
Católica. Destaca por su capacidad para integrar y armonizar las variadas
fuentes de la tradición intelectual que heredó, y por la claridad, concisión y
orden de su pensamiento y de sus obras escritas. Aunque por profesión fue un
teólogo, Tomás escribió abundantemente sobre cuestiones filosóficas, haciendo
sustanciales contribuciones en diversos campos, especialmente en filosofía del
conocimiento, antropología filosófica, teoría de la acción, ética, teoría del
derecho, y sobre todo, en metafísica.
Tomás nació entre 1224
y 1225 en Roccasecca, el castillo de su padre Landolfo (hoy en ruinas), en el
Reino de Nápoles, a mitad de camino entre Roma y la ciudad de Nápoles[1]. Su padre era
caballero; su madre, Teodora, Condesa de Teathe. La familia gozaba de
importantes conexiones políticas, y los padres de Tomás alimentaban la
esperanza de que se convirtiera en una persona influyente, quizás incluso abad
del cercano monasterio benedictino de Monte Casino, como su tío paterno.
Alrededor de los cinco o seis años, fue enviado allí como oblato para comenzar
su educación en artes liberales. La leyenda cuenta que siendo aún muy joven,
asediaba a su tutor con la pregunta Quid sit Deus? ¿Qué
es Dios?
Ya sea porque el
muchacho resultaba extremadamente precoz, ya porque la abadía se había
convertido en un campo de batalla en el conflicto en curso entre guelfos y
gibelinos, cuando tenía alrededor de catorce años, Tomás fue enviado a la
universidad imperial que Federico II había fundado en Nápoles en 1224. Allí
continuó sus estudios de artes liberales y comenzó los de filosofía. Se trató
de una circunstancia afortunada. Federico había conseguido hacer de Nápoles un
importante centro intelectual europeo. Y, lo que es aún más importante,
prácticamente en ningún otro sitio podría haberse visto Tomás expuesto de una
manera tan completa al pensamiento de Aristóteles.
El grueso de las obras
de Aristóteles había sido traducido al latín en fecha relativamente reciente y
estaba generando una gran conmoción en toda Europa. Las autoridades de la
Iglesia las miraban con sospecha, quizás en parte porque venían acompañadas por
traducciones de los comentarios de los grandes filósofos árabes Avicena y
Averroes, algunas de cuyas interpretaciones favorecían opiniones teológicas
claramente heréticas. Por esta razón, en el momento en que Tomás comenzaba sus
estudios filosóficos, las universidades eclesiásticas, como la que se
encontraba en París, solo permitían la enseñanza de una porción de las obras de
Aristóteles: aquellas sobre lógica y ética. En la universidad civil de
Federico, en cambio, no existían esas restricciones. Fue un tal Pedro de
Irlanda, autor de un comentario —que aún se conserva— al Perihermeneias,
quien guió al joven Tomás en el estudio de las llamadas obras “naturales” de
Aristóteles. Estas incluían tanto los escritos sobre filosofía natural como los
de la Metafísica. Si bien Tomás nunca adquirió
más que un rudimentario conocimiento del griego, con el paso del tiempo se ha
convertido en uno de los más grandes intérpretes de Aristóteles, y su
característico modo de hacer uso de las enseñanzas del “Filósofo”, tanto en filosofía
como en teología, es uno de los sellos de su pensamiento.
Fue también en Nápoles
donde Tomás tomó contacto con la nueva orden de frailes mendicantes, los
dominicos (fundados en Toulouse en 1215), y pronto decidió sumarse a sus filas.
Su decisión se topó con una severa oposición familiar, y durante más de un año
sus parientes emplearon diversos medios para intentar disuadirlo, incluyendo el
confinamiento forzado en la fortaleza de Roccasecca, durante el cual se dice
que sus hermanos llegaron incluso a tenderle trampas contra la virtud de la
castidad. Viendo que la voluntad del novicio permanecía firme, la familia
terminó por ceder, y, poco después, probablemente en 1245, sus superiores lo
enviaron al priorato dominico de St. Jacques en París para continuar sus
estudios de filosofía. Allí, entre otras cosas, habría leído parte, al menos,
de las obras éticas de Aristóteles.
Al parecer, aún antes
de terminar los estudios de filosofía, Tomás empezó a estudiar teología. Este
hecho parece evidenciado por la existencia de un manuscrito que contiene
transcripciones suyas de una serie de cursos sobre las obras teológicas del
pseudo-Dionisio, algunas de las cuales denotan un origen parisino. Los cursos
fueron dictados por el renombrado dominico alemán, Alberto el Grande, que
enseñó teología en París desde 1243 o 1244 hasta 1248. Es posible que este
ingreso temprano en la teología se haya debido a que Alberto reconoció las
excepcionales cualidades de Tomás. En todo caso, cuando Alberto dejó París en
1248 para asumir la dirección del nuevo studium generale de
los dominicos en Colonia, llevó consigo a Tomás. Allí, además de estudiar
Sagradas Escrituras y de realizar sus primeros comentarios bíblicos
—sobre Isaías, Jeremías y Lamentaciones—, Tomás continuó con las transcripciones de
los cursos sobre el pseudo-Dionisio, y también transcribió un curso de Alberto
sobre la Etica a Nicómaco de Aristóteles.
Esto es, en cierto modo, sorprendente, puesto que para ese entonces seguramente
ya habría terminado la filosofía. Sin embargo, resulta claro que Tomás
consideró el curso como algo precioso. Conservó sus propias notas del mismo y
las usó incluso mucho tiempo más tarde, cuando compuso la parte moral de
la Summa theologiae. Es probable que en
Colonia le hayan sido encomendadas también algunas lecciones.
Es difícil exagerar la magnitud de la
influencia de Alberto en Tomás. Si Tomás precisaba alguna ayuda para llegar a
tener en alta estima a la filosofía, nadie estaba en mejores condiciones para
proporcionársela que Alberto. Tomás debe haberse sentido también inspirado por
el inmenso esfuerzo que realizaba Alberto por interpretar el pensamiento de
Aristóteles e integrarlo con el tradicional neoplatonismo cristiano heredado de
Agustín, Boecio y el pseudo-Dionisio. Esto no significa que la mente de Tomás
era en todos los sentidos como la de su maestro. Por ejemplo, las obras de
Tomás muestran considerablemente menos interés por la historia natural. Su
inclinación y genio eran metafísicos. Y en su propia síntesis de aristotelismo
y neoplatonismo, la presencia del primero es mucho más dominante que en
Alberto. Tal vez por este motivo, para bien o para mal, los expertos están
generalmente de acuerdo con que la síntesis de Tomás parece también más
lograda.
Roger Bacon
(Tambier llamado Rogerio o Rogelio Bacon;
Ilchester, c. 1220 - Oxford, 1292) Filósofo,
científico y teólogo inglés cuyos acercamientos a la ciencia desde una
perspectiva experimental preludiaron la crisis que experimentaría en el siglo
siguiente la filosofía escolástica. Roger Bacon estudió en Oxford y se trasladó
a París en 1236; tras hacerse franciscano, comentó las obras de Aristóteles y,
desde 1247, se dedicó a estudios científicos.
De nuevo en Oxford
(1251), escribió los tratados De los espejos y De la multiplicación de las especies, y una Metafísica; sin embargo, en 1257, se le prohibió
enseñar y volvió a París. A instancias de su protector, el papa Clemente IV,
emprendió los Communia naturalium (un
balance de la ciencia de su época), que abandonó para escribir el Opus maius (1267-1268), obra que envió al papa
junto con la ya citada sobre las especies y otras dos (Opus minus y Opus tertium), y
escribió también un Compendio del estudio de la
filosofía.
En 1277 el general de
los franciscanos, Jerónimo de Ascoli, tachó de sospechosas sus obras (sobre
todo por sus ataques a San Alberto
Magno y a Santo
Tomás de Aquino); condenadas sus tesis, estuvo en prisión
hasta 1292. Ya en libertad, no pudo concluir su Compendio
del estudio de la teología.
Científico avanzado a
su tiempo, captó los errores del calendario juliano, señaló los puntos débiles
de la astronomía de Ptolomeo,
indicó en óptica las leyes de reflexión y los fenómenos de refracción,
comprendió el funcionamiento de los espejos esféricos, ideó una teoría
explicativa del arco iris, describió ingenios mecánicos (barcos, coches,
máquinas voladoras) y tomó de los árabes la fórmula de la pólvora de cañón.
Difusor
(en París) y luego crítico de Aristóteles, Roger Bacon adoptó una doctrina de
los universales de tipo conceptualista y propuso la «ciencia experimental» como
alternativa a la dialéctica escolástica; sin embargo, todo ello se basaba en
una cosmovisión creyente, según la cual la ciencia se apoya en la teología (don
divino) y la filosofía -su servidora- procede de la revelación desde Adán.
Benjamín Franklin
(Boston, 1706 - Filadelfia, 1790)
Político, científico e inventor estadounidense. Estudioso de la electricidad y
de cuanto atrajo su interés, inventor del pararrayos y de otros útiles
artefactos, honesto y eficiente hombre público y destacado artífice de la
independencia de los Estados Unidos, Benjamin Franklin fue acaso el personaje
más querido de su tiempo en su país y el único americano de la época colonial
británica que alcanzó fama y notoriedad en Europa.
Sólo
desde la admiración es posible aproximarse a su figura, y al mismo tiempo es
difícil pensar en Franklin sin experimentar una sensación de calor humano. Su
apariencia era tan sencilla, su personalidad resultaba tan agradable y su
sentido del humor brotaba tan espontáneamente que para la gente resultaba fácil
quererlo y respetarlo. Unos grandes ojos grises y una boca propensa a la
sonrisa adornaban el rostro de este dechado de virtudes, que fue capaz de
sobresalir en cuantos campos se propuso.
"La
voluntad, el talento, el genio y la gracia se reunían en él, como si la
naturaleza al formarle se hubiese sentido derrochadora y feliz", afirmó
uno de sus biógrafos. Más allá de esos dones, Franklin siempre creyó firmemente
que era posible modificar los aspectos negativos del carácter mediante una disciplina
a la vez suave y constante. En su juventud llevaba siempre consigo una lista de
cualidades dignas de admiración, que más tarde se convirtió en un pequeño libro
donde cada página estaba consagrada a una virtud. Franklin dedicaba una semana
de atención a cada una de ellas, que releía en cuanto tenía ocasión, y volvía a
empezar cuando llegaba al final.
Biografía
Decimoquinto
hermano de un total de diecisiete, Benjamin Franklin cursó únicamente estudios
elementales, que abandonó a la edad de diez años; la vasta erudición
enciclopédica que exhibiría en su madurez fue el resultado de una curiosidad
insaciable y de un esfuerzo autodidacta que compaginaría siempre con sus
actividades profesionales. A los doce años comenzó a trabajar como impresor en
una empresa propiedad de John Franklin, uno de sus hermanos.
En 1723, tras una
disputa con su hermano, huyó a Filadelfia, donde, sin un céntimo en el
bolsillo, halló trabajo en una tipografía. Tras haber desempeñado por espacio
de dos años la misma actividad en Inglaterra, adonde había sido enviado con
recomendaciones sin ningún valor, regresó a Filadelfia y trabajó por su cuenta
como tipógrafo y editor. En 1727 fue responsable de la emisión de papel moneda
en las colonias británicas de América. Más tarde fundó el periódico La Gaceta de Pensilvania, que publicó entre los años
1728 y 1748, y en 1732 emprendió la edición del Almanaque
del pobre Richard (1732-1757).
Benjamin Franklin
Con la publicación
del Almanaque, un tipo de anuario misceláneo frecuente en
la época que incluía el santoral, horóscopos, consejos médicos y previsiones
meteorológicas, se abrió en su vida un período de prosperidad. El propio
Franklin ejercía como redactor, editor y director, aunque atribuía la autoría
del mismo a un personaje ficticio que acabaría siendo famosísimo: el
extravagante Richard Saunders, de donde procede el título de Almanaque del pobre Richard.
El
tal Richard es un viejo "yanqui" provinciano de variable humor, un
filósofo rústico con sus puntas y ribetes de misoginismo, que, con gran
desesperación de su esposa Bridget, se pasa el tiempo entre polvorientos libros
y cálculos astrológicos, en lugar de ganar dinero para sostener a su familia;
decide editar el almanaque, precisamente, para poder conciliar sus aficiones
con esa necesidad.
Junto
a las secciones habituales, Franklin tuvo el acierto de incluir además toda
clase de máximas, proverbios, sentencias y frases célebres, extraídas de
fuentes variadas; en ocasiones, aplicando su genio y experiencia a la conducta
humana, llegó a inventarlas él mismo, con tanta fortuna que acabaron pasando al
acervo popular. Después de veinticinco años de publicación ininterrumpida, con
tiradas que alcanzaron los diez mil ejemplares (una cifra impresionante para la
época), Benjamin Franklin había conseguido un considerable patrimonio que le
permitió abandonar la impresión.
El estadista
La
época de más intensa actividad política de Benjamin Franklin se inició en 1757,
una vez finalizada aquella larga etapa como impresor. Lo más importante de la
misma fue su tarea como inspirador y activo factótum de la independencia. Puede
atribuírsele la idea primigenia de unos Estados Unidos como nación única y no
como un grupo de colonias separadas, ya que dos décadas antes de la guerra de
independencia americana concibió un sistema de gobiernos estatales reunidos
bajo una sola autoridad federal.
Previamente,
convertido ya en uno de los más importantes personajes públicos de Filadelfia,
había sido elegido miembro de la Asamblea legislativa; llevó a buen fin el
tratado con los indios rebeldes, encontró un sistema racional para la limpieza
de las calles y promovió numerosas iniciativas y mejoras. Su temperamento
activo y polifacético lo impulsaría a participar en las cuestiones de ámbito
local, por ejemplo, en la creación de instituciones como el cuerpo de bomberos
de Filadelfia, la biblioteca pública y la Universidad de Pensilvania, así como
la Sociedad Filosófica Americana. Como director general de Correos en
Filadelfia, primero de importancia de los múltiples cargos públicos que
desempeñaría con brillante eficiencia, Franklin alcanzó una serie de éxitos
fulgurantes en la mejora del servicio, amplió considerablemente la frecuencia
de los envíos y mejoró los caminos postales.
Cuando
en 1757 fue enviado a Londres para defender los intereses de las colonias
americanas ante la metrópoli, Benjamin Franklin inició una intensa labor
política que acabaría dando los frutos apetecidos. En una famosa ocasión estuvo
durante todo el día en la Cámara de los Comunes, contestando con gran habilidad
las preguntas que le dirigían los miembros de tan honorable institución en
torno a la resistencia de las colonias ante la muy odiada ley tributaria
inglesa, que resultaba nefasta para los intereses de los colonos americanos. El
resultado fue que el Parlamento revocó la ley (1766) y la guerra se retrasó
diez años, dando a los independentistas tiempo suficiente para prepararse.
Ante las nuevas
presiones fiscales y políticas ejercidas por la metrópoli, Benjamin Franklin
dejó Londres; regresó a Filadelfia en 1775 y se adhirió decididamente al
movimiento independentista. Ese mismo año fue nombrado diputado por Pensilvania
ante el II Congreso Continental, en el que los representantes de las trece
colonias norteamericanas decidieron formar un ejército para luchar contra
Inglaterra. Al año siguiente redactó, conjuntamente con Thomas
Jefferson y John Adams,
la histórica Declaración de Independencia (1776).
Debido a su prestigio,
se le escogió en diciembre de ese año para efectuar una gira por Europa
(1776-1785) en busca de apoyo para la causa independentista. Era fundamental
conseguir la ayuda de Francia, sin la cual la contienda podía prolongarse
indefinidamente e incluso perderse. George
Washington se había entregado a la organización de un
ejército norteamericano, pero la metrópoli contaba con todo el poder, las armas
e importantes aliados. Era preciso contrarrestar ese poderío consiguiendo el
auxilio de Francia. Franklin no sólo convenció al reacio monarca francés, Luis XVI,
de que enviara secretamente suministros al general Washington, sino que un año
después (1778) logró que entrara abiertamente en la guerra como aliado después
de firmar un tratado de amistad.
Benjamin Franklin (retrato de David Martin, 1767)
Finalizada
la guerra y lograda la independencia efectiva, Benjamin Franklin fue partícipe
en las conversaciones para concluir el tratado de paz que pondría fin al
conflicto (1783). Tras su regreso a Filadelfia fue nombrado miembro de la
convención encargada de la redacción de la Constitución estadounidense (1787).
Franklin consiguió además resolver un problema que amenazaba con dificultar
seriamente la formación del nuevo país: los pequeños Estados querían tener
idéntica representación en el Congreso que los grandes y, a su vez, éstos
pretendían que el número de delegados se eligiera según la población de cada
Estado.
Franklin
resolvió la dificultad aceptando la primera propuesta como base para el Senado
y la segunda para la Cámara de Representantes; luego, cuando la Constitución
estuvo lista, se encargó personalmente de que fuera ratificada por los
distintos Estados, tarea para la que tuvo que poner en juego todas sus dotes de
persuasión y sus capacidades de magistral razonador: ninguno de sus
interlocutores se resistió a sus argumentos. Vuelto a Filadelfia, ya viejo y
fatigado, y con la esperanza de un descanso bien merecido, se vio inmediatamente
agobiado por nuevas responsabilidades públicas, llevando una vez más a cabo con
su perfecto y admirable estilo las misiones confiadas.
El científico
El
interés de Benjamin Franklin por los temas científicos comenzó a mediados del
siglo y coincidió aproximadamente con aquella etapa de intensa actividad
política. Durante una estancia en Francia, en 1752, llevó a cabo el famoso
experimento de la cometa, que le permitió demostrar que las nubes están
cargadas de electricidad y que, por lo tanto, los rayos son esencialmente
descargas de tipo eléctrico.
Para
la realización del experimento, no exento de riesgo, utilizó una cometa dotada
de un alambre metálico unido a un hilo de seda que, de acuerdo con su
suposición, debía cargarse con la electricidad captada por el alambre. Durante
la tormenta acercó la mano a una llave que pendía del hilo de seda, y observó
que, lo mismo que en los experimentos con botellas de Leyden que había
realizado con anterioridad, saltaban chispas, lo cual demostraba la presencia
de electricidad.
El experimento de la cometa (óleo de B. West)
Este
descubrimiento le permitió inventar el pararrayos, cuya eficacia dio lugar a
que ya en 1782, en la ciudad de Filadelfia, se hubiesen instalado 400 de estos
ingenios. Sus trabajos acerca de la electricidad le llevaron a formular
conceptos tales como el de la electricidad negativa y positiva (a partir de la
observación del comportamiento de las varillas de ámbar) o el de conductor
eléctrico, entre otros. Expuso además una teoría acerca de la electricidad en
la que consideraba que ésta era un fluido sutil que podía presentar un exceso o
un defecto, descubrió el poder de las puntas metálicas al observar que un
cuerpo con carga eléctrica se descarga mucho más deprisa si termina en punta, y
enunció el principio de conservación de la carga eléctrica.
Benjamin
Franklin inventó también la llamada estufa Franklin (1742), una estufa de
hierro de mayor eficiencia y menor consumo, y las lentes bifocales. La gran
curiosidad que sentía por los fenómenos naturales le indujo a estudiar, entre
otros, el curso de las tormentas que se forman en el continente americano, y
fue el primero en analizar la corriente cálida que discurre por el Atlántico
norte y que en la actualidad se conoce con el nombre de corriente del Golfo.
Músico
e instrumentista experto, escribió también sobre los problemas de la
composición musical, en particular sobre los referentes a la adaptación de la
música a la letra para que esta última pudiera ser inteligible. Una relación
detallada de sus hallazgos resultaría interminable y agotadora, pues su
capacidad creadora y su sentido de anticipación fueron absolutamente
extraordinarios.
Benjamin Franklin
falleció en Filadelfia a los 84 años de edad. Había permanecido activo
prácticamente toda su vida; sólo dos años antes había decidido retirarse de la
vida pública y completar su Autobiografía (iniciada
hacia 1771), que vería la luz póstumamente. Una de las razones que lo llevaron
a la longevidad fue su profundo conocimiento de los temas relativos a la salud.
Daba largas caminatas en cuanto tenía ocasión, era un ejemplo de moderación en
la mesa y, en contra de muchos prejuicios acatados por sus contemporáneos,
tenía hábitos que resultaban insólitos para el americano medio, como la
costumbre, considerada extravagante y perniciosa, de dormir con las ventanas
abiertas de par en par.
Edward Jenner
(Berkeley, Gran Bretaña, 1749 - id., 1823)
Médico inglés al que se debe el descubrimiento de la vacuna de la viruela, que
fue la primera vacuna de total eficacia y fiabilidad en la historia médica. A
los trece años entró al servicio de un cirujano local, con el que permaneció
hasta los veintiuno, momento en el que se trasladó a Londres y se convirtió en
pupilo de John Harvey. En 1773 regresó a Berkeley para abrir una consulta
local, en la que adquirió un notable prestigio.
En
el siglo XVIII, la viruela era una de las enfermedades epidémicas con un mayor
índice de mortalidad. El único tratamiento conocido en la época era de
naturaleza preventiva, y consistía en inocular a un sujeto sano materia
infectada procedente de un paciente aquejado de un ataque leve de viruela.
Dicho principio se basaba en la evidencia empírica de que un sujeto que hubiera
superado la enfermedad no la volvía a contraer. Sin embargo, la persona
inoculada no siempre desarrollaba una versión leve de la enfermedad y fallecía
a menudo; además, podía actuar como foco de infección para los que lo rodeaban.
Jenner
se percató de que una variante de la enfermedad, la viruela de las vacas,
también ejercía el mismo efecto inmunitario con respecto a la viruela
convencional en las personas que la habían contraído. En 1796 extrajo materia
infectada de un individuo afectado por la viruela de las vacas y la inoculó a
un niño sano de ocho años, que prontamente desarrolló una fiebre leve y
pequeñas lesiones. Dos meses después inoculó nuevamente al niño, pero esta vez
con el virus de la viruela convencional, sin que la enfermedad llegara a
desarrollarse.
La
memoria con los resultados obtenidos fue rechazada por la Royal Society, pero
él la publicó en 1798, incluyendo también los resultados favorables de otras
pruebas posteriores. No sin problemas, la práctica de la vacunación se fue
extendiendo desde el campo de la acción médica particular al ámbito nacional,
continental y mundial. Jenner, convertido en un personaje célebre, disfrutó
desde 1802 de una cuantiosa suma anual concedida por el Parlamento, retirándose
de la actividad científica en 1815.
Alexander Graham Bell
(Edimburgo, Reino Unido, 1847 - Beinn
Bhreagh, Canadá, 1922) Científico y logopeda estadounidense de orígen escocés,
inventor del teléfono.
Nacido
en el seno de una familia dedicada a la locución y corrección de la
pronunciación, Bell fue educado junto a sus hermanos en la tradición profesional
familiar. Estudió en la Royal High School de Edimburgo, y asistió a algunas
clases en la Universidad de Edimburgo y el University College londinense, pero
su formación fue básicamente autodidacta.
En
1864 ocupó la plaza de residente en la Weston House Academy de Elgin, donde
desarrolló sus primeros estudios sobre sonido; en 1868 trabajó como asistente
de su padre en Londres, ocupando su puesto tras la marcha de éste a América. La
repentina muerte de su hermano mayor a causa de la tuberculosis, enfermedad que
también había terminado con la vida de su hermano menor, repercutió
negativamente tanto en la salud como en el estado de ánimo de Bell.
En estas
circunstancias, en 1870 se trasladó a una localidad cercana a Brantford
(Canadá) junto al resto de su familia, donde pronto su estado comenzó a
mejorar. Un año después se instaló en Boston, donde orientó su actividad a dar
a conocer el sistema de aprendizaje para sordos ideado por su padre, recogido
en la obra Visible Speech (1866). Los
espectaculares resultados de su trabajo pronto le granjearon una bien merecida
reputación, recibiendo ofertas para dar diversas conferencias, y en 1873 fue
nombrado profesor de fisiología vocal en la Universidad de Boston.
En
esta época, con la entusiasta colaboración del joven mecánico Thomas Watson y
el patrocinio de los padres de George Sanders y Mabel Hubbard (con quien se
acabaría casando el año 1877), dos estudiantes sordos que habían recibido
clases de Bell, diseñó un aparato para interconvertir el sonido en impulsos
eléctricos. El invento, denominado teléfono, fue inscrito en el registro de
patentes estadounidense en 1876.
En un primer momento el
teléfono levantó todo tipo de comentarios irónicos; sin embargo, cuando gracias
a las aportaciones de Emil Berliner empezó
a revelarse como un medio viable de comunicación a larga distancia, se
entablaron controvertidos litigios por la comercialización de la patente. El
mismo día que Bell, pero unas horas después, Elisha Gray había patentado un aparato similar;
actualmente se reconoce que la paternidad del invento debería atribuirse
a Antonio Meucci,
quien había registrado su «teletrófono» en 1871.
En 1880, Alexander
Graham Bell recibió el premio Volta; el dinero obtenido con este premio lo
invirtió en el desarrollo de un nuevo proyecto, el grafófono, en colaboración
con Charles Sumner Tainter, uno de los primeros sistemas de grabación de
sonidos conocido, aunque posterior al fonógrafo de Edison.
Tras su muerte, acaecida en 1922, dejó como herencia dieciocho patentes a su
nombre y doce más con sus colaboradores.